México

México

miércoles, 27 de junio de 2012

La Doble Historia: el volcán y el hombre 2a Parte.

Al retomar la historia del volcán, es sorprendente encontrar que durante los siglos XVII y parte del XVIII afirmaciones de que el volcán era “inexpugnable”. No obstante, uno de los pocos viajeros que lograron sortear las limitaciones impuestas a los extranjeros de América y además ascender al Popocatépetl fue el alemán Federico Sannenschmidt en 1772, expedición que se considera la primera de carácter  estrictamente científico realizada en el volcán. El geólogo alemán no logró llegar a la cima y asomarse a un cráter, sin duda muy activo por esas fechas; sin embargo, realizó interesantes observaciones de orden geológico que son hasta hoy, las primeras conocidas hechas del Popocatépetl, y que causaron asombro en Europa pese al magro reporte enviado a Alemania, donde desgraciadamente se ha perdido la información original.
Poco después el extraordinario científico mexicano José Antonio de Alzate y Ramírez, editor de uno de los periódicos más notables de la Nueva España, la Gaceta Literaria, con el fin de dirimir una polémica sobre la forma de la Tierra decide en 1776, realizar ascensiones al Popocatépetl e Iztaccíhuatl (Mujer Blanca) con el afán de seguir las investigaciones de los astrónomos franceses en los Andes de Perú y en las frías regiones de Laponia, para confirmar una conclusión de la física de Newton sobre el achatamiento de los polos al girar la Tierra sobre su propio eje; en consecuencia, el planeta se consideraba no estrictamente esférico, hecho corroborado desde esas fechas.
Alzate fracasa en el primer intento a pesar de sus fundadas suposiciones de que la “limpieza de la atmósfera” le permitiría realizar las mediciones con las mejores condiciones. El científico mexicano intenta otra ascensión hasta 1781 y realiza unas cuantas mediciones barométricas en las laderas del Popocatépetl, y dirigirse posteriormente al Iztaccíhuatl (mujer blanca). Los resultados fueron publicados en la Gaceta Literaria en un artículo extraordinario para la época y en consideración a los escasos instrumentos disponibles, representó un esfuerzo notable de la ciencia mexicana conocedora de las innovaciones de Newton y las matemáticas más avanzadas de la época. Alzate además, había puesto en duda las ascensiones españolas durante el periodo de la conquista. Alzate anota respecto al ascenso de Montaño: “…el azufre fue extraído del Tuctli, en las inmediaciones de Tulyehualco” –y añade con perspicacia- que “sólo mediante un globo aerostático podrían vencerse las dificultades que se palpan para subir hasta la nieve del volcán, o por otro arbitrio costoso y molesto” Cabe señalar que en 1783 en Paris, los hermanos Montgolfier habían logrado elevar un globo inflado con aire caliente, tripulado por dos aeronautas. La noticia de la hazaña francesa, había permeado en tierras americanas y mentes brillantes como la de Alzate ya vislumbraban aplicaciones de los vuelos en globo .
En pocos años se incrementa la actividad de los principales volcanes mexicanos y no sólo el Popocatépetl muestra actividad: el volcán de Tuxtla hace erupción en 1793 y arroja ceniza que llegará hasta Oaxaca. La erupción de Tuxtla causa alarma en una vasta región costera del Golfo que recuerda la gigantesca erupción del Citlaltépetl  (Pico de Orizaba) en 1687. Pocos años antes, en 1759, con gran asombro y temor, los habitantes de la hacienda El Paraíso fueron testigos del nacimiento del Xorullo un pequeño volcán que arrasó una gran región de Michoacán; el Xorullo antecedería al Paricutín que surgió en 1943.
Anteriormente, el activo volcán de Fuego en Colima, había entrado en erupción en 1771. Con toda esta actividad, en pocos años se había despertado un especial interés por los volcanes y un justo temor por su destructividad.
Todavía en tierras americanas, Humboldt y Bonpland reciben escasas noticias del misterioso “volcán submarino” de Pochutla, en las costas del Pacífico de México, volcán nacido en aparentemente en 1803; sin embargo hoy en día aún no es claro qué tipo de actividad presentó en aquellos años. El siglo XVIII se caracterizó por una intensa actividad volcánica que es sólo una muestra  del potencial volcánico del territorio mexicano.
Al comenzar el siglo XIX, e iniciarse la Independencia de México de la Corona Española, todos los esfuerzos de dirigieron a la lucha armada y a reconstruir un país paralizado por infinidad de problemas, en medio de los cuales destaca la pérdida de la mitad del territorio que formaba la antigua Nueva España. No obstante, la situación cambia paulatinamente hacia ambientes más propicios para otras actividades. El comercio en Europa se intensifica y es Inglaterra la primera nación en reconocer la Independencia de México. Viajeros, comerciantes, pintores y todo tipo de aventureros llegan a México en busca de fortuna. Los ingleses y alemanes recorren a lo largo y ancho el país, ya sea por interés comercial o artístico. No faltan los exploradores. En 1827, dos hermanos de apellido Glennie, con el propósito de conocer un país exótico y asombroso para ellos, y con sus conocimientos geológicos, deciden ascender al hasta entonces “inconquistable” Popocatépetl, volcán al que desde la magra referencia de Sahagún nadie había logrado llegar hasta el cráter, excepción de la ya mencionada hazaña de Montaño y Meza y los sorprendentes ascensos de los antiguos sacerdotes del Altiplano.
Los hermanos Glennie, después de vencer innumerables dificultades, llegaron finalmente al borde del cráter y observaron que desde el fondo se generaban “ruidos como las olas del mar” y arrojaba roca que no lograba sobrepasar los límites del enorme cráter. La hazaña de los geólogos ingleses que además pusieron en tela de juicio los ascensos españoles durante el siglo XVI, despertaron la imaginación de muchos exploradores, la mayoría europeos, y derrumbaron el mito de que el Popocatépetl era inconquistable. A partir de entonces, numerosos intentos se llevaron a cabo, la mayoría fallidos, pero otros con éxito, hasta que en 1849 con el volcán todavía activo, un audaz minero de Chihuahua, cuyo nombre con justicia debería reconocer alguna prominencia del Popocatépetl, realizó una de las más extraordinarias exploraciones de volcanes en el mundo. Se trató del minero Antonio García, quien con certeza penetró al cráter por sus propios medios y aun logró obtener varias muestras de azufre. Hoy día, montañistas expertos requieren no solo de buena condición física y mental para igualar tal hazaña; también se requiere de gran cantidad de equipo y la acción coordinada de varios elementos. Por ello, el descenso de Antonio García no debe pasar inadvertida en los anales de la exploración de los volcanes mexicanos. Los hallazgos de García, dieron pie para que se considerara seriamente la explotación de azufre extraído del cráter. En 1857 los mexicanos Gaspar Sánchez Ochoa a la sazón propietario de parte del volcán, Prisciliano Vuelta, el agrimensor Francisco Beltrán y el segundo capitán de ingenieros Lorenzo Pérez de Castro se propusieron descender al fondo del cráter con el fin de evaluar la cantidad de azufre que, según palabras de Pérez de Castro, serán “útiles a la industria y también lo serán del gobierno cuando se trate de la pólvora”. Una vez lograda la cima, los exploradores descendieron al fondo del cráter, levantaron los croquis y examinaron diferentes respiraderos y solfataras. En estos puntos marcados por evidente actividad “…encontramos que el humo (vapor) se desprende con mucha fuerza que al condensarse se obtiene flor de azufre muy rico…también observamos charcos que al examinarlos resultaron ser de ácido, según lo dicho por los peones que ahí trabajan” Esta afirmación del segundo capitán, Pérez de Castro, revela que ya desde aquellos años se intentaba extraer azufre del volcán. El informe añade: “…la riqueza del Popocatépetl parecen inmensas e inagotables, continuamente los respiraderos vomitan gran cantidad de humo; no hay necesidad más que de condensarlo para tener cuanto azufre se quiera…”  En 1883 los rumores sobre la riqueza de azufre inagotable del volcán, habían estimulado el interés general inversionistas extranjeros también deseaban participar de la explotación de azufre. Durante aquel año, el general Gaspar Sánchez Ochoa, ya era “propietario”  de Popocatépetl –quizá el único dueño de un volcán en el mundo- trataba de lograr un acuerdo con una empresa belga con el fin de comercializar el azufre. Los ingenieros y el propio Sánchez Ochoa propusieron, una solución asombrosa: abrir un túnel que condujera al interior del cráter sin necesidad de ascender al labio menor y bajar por el malacate. Se supo que una empresa estadounidense deseaba adquirir el volcán completo con el fin de instalar una fábrica de ácido sulfúrico que abastecería cómodamente a la ciudad de México y a todas las ciudades que contaran con ferrocarril. Ninguno de estos proyectos tuvo final feliz, en honor a la verdad no se logró comenzar ninguno de ellos, no obstante, es notable la audacia de la empresa y la confianza en la tecnología de la época. Estos proyectos serían impensables actualmente con volcanes en actividad.  Otra fuente de riqueza realmente extraordinaria, la proporcionaba la elaboración de “nieves de sabor” muy populares en todo la Cuenca de México y la región Puebla Tlaxcala. Los trabajadores de estas pequeñas industrias, subían a los ventisqueros del Popocatépetl e Iztaccíhuatl y bajaban, envueltos en alfalfa y costales de yute, grandes fragmentos de hielo con el que elaboraban “helados y nieves de frutas”  y vendían en toda la comarca. El trabajo era era extremadamente duro y difícil ya que llegar a los ventisqueros y probablemente lenguas de los glaciares, exigía ascender al menos a los 3700 m, de altitud, cortar y empacar el hielo, bajarlo rápidamente y con él elaborar las bebidas de aguanieve o nieves con sabor a fruta. Paula Kolonitz ayuda de cámara de Carlota,  refiere que los vendedores de nieve abundaban incluso en tierras cálidas. Los impuestos cobrados por el permiso de entrada y venta de nieves en la ciudad de México ascendía a varios miles de pesos oro al año. En cambio los lugareños dedicados a esta industria apenas ganaban unos centavos diarios. El dato es muy interesante ya que es una prueba indirecta del cambio de régimen térmico en la cima de los volcanes, actualmente con una muy marcada disminución de las áreas glaciares debido al proceso de calentamiento global.
     La historia de México tiene una riqueza dramática, trágica, con actos heroicos sorprendentes, patrióticos, errores y traiciones sin cuento. Un claroscuro que revela la grandeza y la pobreza humana. Así, durante los acontecimientos ocurridos en la joven república durante el siglo XIX incluye el intento fallido de un imperio con la llegada de Maximiliano de Hasburgo, una numerosa corte y por supuesto el ejército francés.  Corría el año de 1865 cuando tres franceses E. de Montserrat, A. Dollfus y P. Pavie organizaron un ascenso al Popocatépetl con la misión de estudiar al volcán y realizar algunas mediciones. Los resultados fueron publicados posteriormente en la afamada revista “La Nature”. En las notas de Dollfus se lee: “La ascensión pudo ser intentada desde varios puntos, pero según algunas noticias que nos dieron, el camino más frecuente hasta hoy es el que conduce de Amecameca al Rancho Tlamacas, y de aquí sigue una vereda marcada sobre la nieve hasta la cima del volcán”  Es interesante señalar que durante muchos años esta fue la ruta más empleada por miles de excursionistas. De Tlamacas al labio menor del volcán, se requieren normalmente entre 5 ó 6 horas de ascenso.  Dollfus y sus compañeros observaron asombrados el malacate que era empleado para que “los indios descendieran por él” pese a su aparente fragilidad, lograban extraer ciertas cantidades de azufre. El malacate, un arreglo de vigas acodadas al borde del labio menor, tenía una polea y una cuerda por la que se descendía o ascendía, según el caso, hasta el fondo del cráter, es decir, unos 90 m a plomo. La explotación de azufre fue posible hasta la erupción de 1919. El grupo de Dollfus no logró descender al cráter pero señalaron la importancia económica del azufre. Algunas señales ominosas comenzaron a observarse, algunas fumarolas un poco mayores a las habituales, estimuló el ascenso del geólogo Antonio del Castillo con el fin de evaluar el estado del volcán. Corría el año de 1870 y el geólogo del Castillo, ascendió a la cima, estudió las solfataras y fuente de las fumarolas. De acuerdo con sus observaciones, escribió el informe más detallado hasta aquel año. El informe concluye que el Popocatépetl estaba en quietud e insistía en la riqueza azufrera del volcán.

viernes, 22 de junio de 2012

Nuevas Fotografías de Ismael Morales Gallardo.

Columna eruptiva, abri 2012.  Vapor, gas y flujo de ceniza vista desde la ciudad de Puebla.

Mayo 01, 2012. Atardecer con columna de vapor y gas. ceniza dispersora de luz.

Fase eruptiva vista desde la ciudad de Puebla, abril 2012.

Atardecer en mayo 15, 2012.

jueves, 14 de junio de 2012

Galería del Popocatépetl. Ismael Morales Gallardo, fotógrafo.

La presencia del Popocatepetzintli, nombre reverencial del Popocatépetl-montaña que arroja humo- ha sido inspiradora para muchas miradas profundas, lecturas del paisaje que revelan un asombroso juego de luces, tonos, contrastes que muestran los constantes cambios y ritmos de la naturaleza. 
Entre todas las miradas destaca un fotógrafo atento, perspicaz y siempre atento, respetuoso vigía de los cambios y presencia del Popocatépetl, me refiero a Ismael Morales Gallardo. 
Ismael, con generosidad compartirá sus archivos fotogaficos, para que todos los visitantes tengan la oportunidad de disfrutar y ensoñar la evolución geológica del popocatépetl, figura mítica que festonea el horizonte occidental de la ciudad de Puebla.
Las fotografías son de uso libre, sin embargo, creemos de elemental honradez citar el crédito correspondiente: Ismael Morales Gallardo. Fotógrafo. Puebla, México.
Free use only with citation of author:Ismael Morales Gallardo, photographer. Puebla, México.o
3 de mayo de 2012. Columna de ceniza se aproxima durante el atardecer,
a la ciudad de Puebla.

4 de mayo de 2012. ceniza presente en el ambiente.

3 de mayo.  Atardecer con ceniza desde la ciudad de Puebla (44 km del volcán)

domingo, 10 de junio de 2012

La Doble Historia: el volcán y el hombre 1era Parte.

El presente ensayo fue publicado, en una primera versión en 1992, con motivo del Coloquio de Estudios sobre Puebla celebrado en la Universidad de las Américas.
Al paso de los años el Popocatépetl continúa en actividad; nuevos estudios se han realizado, sin embargo, el riesgo para muchas comunidades y la propia ciudad de Puebla sigue vigente. Probablemente los lectores del ensayo se asombren tanto como yo me he asombrado, por la historia humana y geológica  que caracteriza al volcán Popocatépetl.
Aquel viejo ensayo de 1992, ha sido la base de ésta pequeña publicación digital a la que se ha adicionado algunos resultados importantes entre los que sobresalen las excavaciones arqueológicas en el llano de Tetimpa, realizadas por  Patricia Plunket y Gabriela Uruñuela, arqueólogas de la Universidad de las Américas e investigaciones de científicos de la Universidad Nacional de México y otras instituciones.
No obstante quisiera dejar claro mi deuda impagable con la Agrupación Universitaria de Montaña, especialmente con el doctor Sergio Ortega y la doctora Rosalba Ramos con quienes tuve el privilegio de aprender y participar en diversas expediciones a volcanes mexicanos.  Con ellos, durante una fantástica concatenación de hechos, fuimos invitados a participar en el ritual en el ombligo del Popocatépetl y, posteriormente al Iztaccíhuatl, durante el ya lejano 1989.
Con base en ésta experiencia, Julio Glockner de la Universidad Autónoma de Puebla, desarrolló un magnífico trabajo de investigación sobre los rituales a los volcanes y nos descubrió otras visiones rituales con diferentes “tiemperos”. Ha sido una de las investigaciones más detalladas y luminosas realizadas en torno a estos rituales en los volcanes.
Muchos fotógrafos han registrado manifestaciones del Popocatépetl en todas las circunstancias imaginables, destaca la labor incansable de mi amigo Ismael Morales Gallardo quien no ha cesado de fotografiar al volcán y ha formado el archivo más completo de fenómenos volcánicos observados desde 1994, año en que comenzó una nueva etapa de actividad. Dejo aquí constancia de mi reconocimiento y la amistad de Israel Mastranzo Rodríguez, Marco Gutiérrez Romero, Alejandra Vera Flores. La amistad de Dib Enrique Gali Lozano importante para difundir muchos trabajos de autores independientes. A www.tlciudadana.com.mx foro público en radiointernet para que la comunidad exponga sus inquietudes políticas y ciudadanas.  
También es importante la participación del capitán Salvador Flores, experto piloto de los helicópteros del Gobierno de Puebla, con quien he tenido la oportunidad de volar en diferentes ocasiones muy cerca del cráter y obtener una imagen muy clara de la actividad volcánica, en ocasiones bajo condiciones realmente peligrosas.

Alejandro Rivera Domínguez
Verano 2012.
   


LA DOBLE HISTORIA: EL HOMBRE Y EL VOLCÁN

En toda cultura se han construido complejos sistemas rituales y sistemas de creencias con base en fuerzas ajenas al dominio humano. La bóveda del cielo, el mar, las nubes, el rayo o la lluvia han tenido la representación divina o morada de los dioses o personificación de ellos, todas estas fuerzas míticas, sin embargo, han tenido un conjunto de cualidades que gobiernan el destino humano, desde  nacimiento, la vida, el alimento o el camino de la muerte.
Particularmente, destaca la visión cósmica de los pobladores mesoamericanos. De acuerdo a ancestrales creencias los dioses encontraba residencia en las cavernas, montañas, barrancas, árboles, manantiales. Allí residían fuerzas anímicas, vitales. Las cavernas, los ríos, lagos o montes, no eran simples elementos del paisaje, estaban dotados de vida y constituían una representación de la vida misma, y eran la base mítica del complejo cultural creado por el hombre; una conexión entre la obscuridad infinita del cosmos y el atisbo humano hacia el inframundo. 

Los volcanes y cadenas montañosas del Altiplano. Imagen del satélite chino Feng Yun 1-D. canal infrarrojo. Al centro de la imagen los volcanes Malinche, Popocatépetl e Iztaccíhuatl. Estación Kosmos Puebla. ARD.

En Mesoamérica, las montañas, los cerros, los volcanes han sido hasta hoy, sitios donde  han residido los dioses vinculados con los elementos de la tierra, la fertilidad o el lugar donde nace el agua o la lluvia. Los volcanes del Altiplano eran deidades que tenían influencia en los fenómenos atmosféricos, cruciales para la agricultura que era la fuente de sustento de las comunidades. Una de los más antiguos dioses de los pueblos del Altiplano y alrededor de la Cuenca de México, venerado a lo largo de los siglos, fue Xiuehtecutli Huehueteotl el viejo dios del fuego, representado en numerosas vasijas, incenciarios y esculturas en donde hay claras referencias a erupciones del Popocatépetl y Citlaltépetl.  Durante tiempos prehispánicos, las montañas, particularmente los volcanes del Altiplano, fueron considerados a manera de grandes vasijas que contenían agua,  alimentaban los manantiales y las aguas subterráneas.  Los volcanes llenaban el espacio entre la bóveda celeste y la tierra. En los volcanes reinaba la lluvia y el dios Tlaloc y de ahí surgían los ríos, los lagos, manantiales y el mar. En las faldas e incluso las cimas, de montañas y volcanes se erigieron centros ceremoniales donde se realizaban las peticiones de buena lluvia, alejar el granizo y obtener abundante cosecha.  

 Ritual celebrado a 3950 m de altitud,
en un paraje denominado “el ombligo” al NE del cono. Foto ARD


Una gran parte de Mesoamérica está contenida entre montañas, las cadenas orogénicas del oeste y del este, el nudo del sur, los volcanes centrales que por sus dimensiones se convirtieron en formidables hierofanías, lugares sagrados donde se celebraba -y celebra- el culto a diferentes dioses, ocultos entre los sincretismos del cristianismo y las reminiscencias prehispánicas.  Diversas comunidades celebran cada año un ritual que extiende sus raíces a las antiguas ceremonias de culto en las cimas de muchas montañas y volcanes en Mesoamérica. El ritual descansa en un claro carácter agrícola y es, fundamentalmente, una petición de lluvia para la buena cosecha, también para alejar el granizo y atraer la buenaventura para las comunidades.  En el Popocatépetl se celebra el ritual el tres de mayo que coincide con las primeras lluvias anuales, el Tiempero, una especie de sacerdote, actúa como traductor elegido por el volcán y la comunidad. El Tiempero recoge las peticiones de la comunidad para intercambiar con la humanización del volcán, el cual es personificado como una entidad viva y a su vez, el Popocatépetl pide ofrenda con artículos específicos que pueden ser vestimentas, comida o incluso instrumentos musicales. El tiempero las trasmite a la comunidad, a su vez hace la rogativa para que el volcán traiga buenas lluvias para el ciclo agrícola. Naturalmente el ritual es mucho más complejo, aquí se dan sólo unos breves apuntes. Es un ritual que ha sobrevivido la represión religiosa, la invasión de medios de comunicación, los cambios culturales, sin embargo, se celebran con todo rigor en el Popocatépetl en coincidencia con el 3 de mayo, día de la santa cruz y alrededor del 30 de agosto en el Iztaccíhuatl (Mujer Blanca), enorme volcán contiguo al Popocatépetl.
 La celebración a las montañas arraigó de manera profunda, impulsó la construcción de grandes complejos ceremoniales con centro mítico en las pirámides que festonean el paisaje mexicano y quizá con el fin de imitar las montañas, un hogar hecho por el hombre para residencia de los dioses. Pirámides donde las dimensiones humanas alcanzaran las cimas sagradas a través del trabajo social enorme para la construcción de los centros religiosos: Una construcción mágico religiosa que conectaba las fuerzas de la naturaleza, los dioses mismos, con la vida cotidiana.
Las grandes ciudades actuales, los alcances tecnológicos, los cambios culturales son enormes bancos neblinosos que impiden o hacen muy difícil asomarse al asombroso pasado de los primeros paleoindios que al llegar migrantes del norte, se encontraron con las cadenas montañosas que a su vez, daban agua, proporcionaban caza, recursos alimenticios y sitios seguros de refugio. De los antiguos cultos se tienen evidencias encontradas en cavernas y montañas.
Ya una de las culturas fundacionales de Mesoamérica, los Olmecas, hacia 1100 aC mostraron claras evidencias de culto a las montañas. Hay sitios cercanos a la desembocadura del río Papaloapan desde donde se distinguen, distantes, algunos cerros en los cuales hay claras muestras que ahí se celebraron rituales vinculados con las montañas.  En la región de los Tuxtlas (conejos) se descubrió en 1897 una gran cabeza de 1.2 toneladas que fue transportada hasta el volcán de San Martín. La cabeza, obra maestra del arte escultórico olmeca, fue reverenciada hasta el traslado a su destino actual en el Museo de Antropología en Xalapa.
Otras formidables evidencias se han encontrado en La Venta, situada al sur en zonas bajas donde se hay algunas isletas. En aquellos sitios floreció una población Olmeca entre 900 y 500 aC. que bajo el influjo  religioso, erigió una gran estructura de tierra de dimensiones considerables: Un diámetro de 120 m y una altura de 30 m. La estructura constituye uno de los antecedentes más antiguos de las pirámides mesoamericanas, de hecho es uno de los elementos culturales primarios de relación con las montañas.
En la Meseta Central de México, en el actual estado de Morelos, sobresale un sitio arqueológico de origen Olmeca que se encuentra en Chalcatzingo situado entre dos restos volcánicos de granodiorita que sobresalen notablemente de la planicie. Una de las prominencias recibe el nombre de Chalcatzingo y el otro cerro Delgado. La separación entre ellos forma una gran hendidura a manera de la letra V, forma que tenía un particular sentido religioso y cultural entre los Olmecas ya que significaba el tránsito entre el inframundo y el mundo de los vivos.  
Antiguos rituales agrícolas se desarrollaron al norte de la región, en el río Amatzinac y al oeste el río Xochitepec asociados con sistemas de riego y agricultura en  terrazas donde se obtenían maíz, chía, frijol, amaranto y algodón fueron la base de la exitosa economía Olmeca y una desarrollada ritualidad, testimoniada a través de bajo relieves tallados en piedra volcánica, que representan diversas deidades. Una de ellas conocida coloquialmente con el nombre de El Rey, representa la cara estilizada de una serpiente con la boca abierta con volutas, en la parte superior se aprecia claramente la figura de nubes, de las cuales se desprenden gotas de lluvia. La apertura de la boca sugiere la entrada a una caverna en la montaña. Algunas deidades tuvieron una gran cercanía con el simbolismo de la serpiente y la boca como entrada al inframundo como Tepéyotl (corazón de la montaña) y fundamentalmente Tlaloc, uno de los dioses tutelares mesoamericanos.          

Con la certeza nebulosa de las crónicas, se sabe que el nombre del Popocatépetl lo invocaron los grupos nahuas que iniciaban la aventura de asentarse en los valles que rodean  las impresionantes estructuras de la cadena volcánica  de la Sierra Nevada, donde aun persisten los ecos de otros tiempos, de otras voces.
Hacia 1345 los cronistas nahuas dejaron, en el humo de las palabras, la impresión confusa de haber sido testigos de una de las más intensas erupciones presenciadas por los antiguos habitantes de Mesoamérica. De 1345 a 1347 (años 11 caña y 9 casa, en el calendario nahua), los poblados cercanos al volcán lo conocían desde los antecesores toltecas, con el nombre de Xalliquehuac, nombre que admite la traducción de “arena que vuela”, sin embargo, el silencio guardado en las alturas cambió al rugir  del volcán que comenzó una etapa eruptiva, cuya huella no sólo ha permanecido guardada en la roca: los habitantes de los alrededores, aterrados por lo que veían, cambiaron el nombre al volcán, por una acepción que admite recrear la imaginación de los hombres de hoy. Así, el antiguo Xalliquehuac se tornó a Popocatépetl,  “cerro que humea”. Empero, las crónicas sobrevivientes filtran otra connotación más cercana a la terrible experiencia de ver al volcán sagrado quemar los bosques y las cosechas y, quizá con enormes deshielos, que arrasaron algunos poblados; Popocatépetl fue entonces, para esos viajeros de la historia, “montaña furiosa”.
Sin duda, los cronistas españoles e indígenas narraron el simbolismo de las montañas de Mesoamérica, pero fue Francisco de San Antón Chimalpahin Cuauhtlehuantzin quien dejó escritas en “Las relaciones originales de Chalco Amaquemecan” las ideas que actualmente nos permiten asomarnos a una de  las erupciones del Popocatépetl más significativas de los tiempos históricos.
En la misma obra de San Antón, escrita en 1607 en su natal Amecameca, a las faldas del volcán, el autor recogió de los ancianos la casi perdida tradición oral de los antiguos pueblos del Altiplano. La  obra ha sido inagotable fuente de información etnohistorica, también se lee que, contrariamente a lo que suele afirmar la historia “oficial”, no fueron los españoles los primeros en alcanzar la cumbre del volcán. En efecto, la tradicional aseveración de que fue Diego de Ordaz quien ascendió primero durante 1519, poco antes de la conquista de Tenochtitlan, debe ser reconsiderada. Si bien Cortés y sus aventureros fueron testigos de una erupción durante ese año, por curiosidad envió a Ordaz para que examinase de dónde salía “aquel humo y estruendo”.Lo cierto es que Diego de Ordaz. con todo y cabalgadura, acompañado de unos cuantos españoles e indios subió no más allá del nacimiento de nieve, es posible suponer que la lluvia de ceniza, el estruendo y sobre todo la altura, le hicieron del todo imposible ascender. Regresó, sí,  con carámbanos para asombro y deleite de los conquistadores y poniendo en entredicho a sus pilotos, quienes aseguraban que en las latitudes por donde pasaban los españoles no podía existir semejante fenómeno.
Según Francisco de San Antón Chimalpahin, el primero en escalar el volcán fue un sacerdote indígena, único sobreviviente de cuatro que subieron al volcán en 1289 (año 3 caña), durante una grave sequía con el fin de propiciar las lluvias en los valles:”...fue cuando vinieron a salir de Huexotzingo y luego de Calpan... en la orilla de los bosques se detuvieron y este Chalchihuitzin fue el que trepó arriba del Popocatépetl (Xalliquehuac) y allí se flageló. El fue el único-añade-que pudo llegar de aquí, de Tecuanipan Amecamecan”.
Durante las postrimerías del siglo pasado, el arqueólogo y fotógrafo francés Desirée Charnay, siguiendo datos aislados buscó (y finalmente realizó) uno de los hallazgos más asombrosos de la arqueología de México, aunque no se le haya dado un lugar de alto mérito por sus descubrimientos, ignorados por la mayoría de los historiadores y los propios arqueólogos de hoy. Charnay localizó cinco oratorios y sitios de ofrendas en el Popocatepetl  y siete en el volcán vecino, el Iztaccíhuatl. En el primero, el descubrimiento fue sobre la costilla occidental del Nexpayantla (donde nacen las nubes). Parcialmente fechados, a los hallazgos de Charnay se les ha ubicado en los años 950-1000 d.C., por el tipo de cerámica dominante y la simbología de las vasijas códice donde abundan las representaciones de Tláloc; sugiere corresponder esencialmente a la cultura Tolteca. En el primer sitio, conocido como Las Lajas y ubicado a 4 mil metros de altura, Charnay  encontró enterramientos ceremoniales, y a los 5 mil metros, en el paraje denominado Teopizcalco, -casa del sacerdote- existió un oratorio ocupado temporalmente para orar y colocar ofrendas; las escasas ruinas que permanecen en tan inhóspito lugar, quizá pertenezcan a uno de los oratorios más  altos  de América.

Ofrenda ritual en el Popocatépetl.
El Tiempero coloca, frutas, comida,
cigarrillos y bebida para el volcán. Foto ARD


Cabe conjeturar que si los audaces sacerdotes que se enfrentaban a las adversas condiciones de frío, rachas de viento y eventuales tormentas lograban cumplir su misión religiosa, en algún momento enfrentaron el reto de continuar a la búsqueda de sitios de oración más altos y ofrendar a la orilla misma del inmenso cráter, tal como se hacia en Perú en el Misti, un volcán sagrado entre los Incas. Aunque ciertamente no existen pruebas fehacientes hasta ahora, no es del todo descabellado pensar que los sacerdotes guardianes de la cosmovisión mesoamericana realizaron ofrendas al borde del cráter, en franco desafío a las paredes de hielo que es necesario vencer para acercarse al cráter, y por otra parte, con constantes emanaciones gaseosas y eventualmente de ceniza.
Estas ceremonias también se realizaban en el Iztaccíhuatl en numerosas oquedades y en sitios propicios incluso para el sacrificio humano. Aún hoy, el sincretismo cultural y el aparente peso del cristianismo está muy lejos de borrar las tradiciones milenarias de Mesoamérica, y las ceremonias ya alejadas de su forma original, conservan su contenido de comunión y coexistencia de los habitantes de los valles con los volcanes. Una cosmogonía que sobrevive en muchos sitios volcánicos de México. El Popocatépetl ha sido objeto de veneración y temor durante milenios. Así las crónicas de la erupción de 1347 hasta 2010, se han registrado hasta 22 erupciones de diferente tipo y magnitud. No extrañe al lector que los pobladores de los alrededores guarden un sentimiento de temor y  profundo respeto por la dualidad que representa el Popocatépetl. Por un lado, las amenazantes emanaciones prácticamente diarias de vapor, visibles en los alrededores, y por otro, el volcán constituye el símbolo de “hacer nacer las nubes de lluvia”, tan necesarias para el cultivo y el sustento de millares de habitantes.
En el viaje por el tiempo a través de las crónicas, se realizan múltiples  referencias a la actividad del volcán, causa de temor para los nahuas y de sorpresa para los europeos: dos visiones del mundo igualmente intrigadas por las fuerzas que no eran del todo desconocidas. En Europa el Strombolí y el Etna ya habían hecho camino en la historia, en América el Citlaltépetl y el Popocatépetl, en el sur  el Chichonal ya había mostrado signos eruptivos importantes, incluso los terremotos eran bien conocidos en Mesoamérica.. El concurso de estas fuerzas en el Globo; si bien empiezan a ser estudiadas y comprendidas, nunca han dejado de ser aterradoras para las sociedades de todos los tiempos.
En 1363 (año 1 caña) se produce una erupción de, con emisión de ceniza, la cual causa profundo temor en la naciente Tenochtitlan. Siglo y medio más tarde, hasta 1510, en la culminación del imperio mexica, Moctezuma II envía una expedición formada por diez de sus mejores guardias para que averiguasen de dónde salía tanto humo del volcán sagrado, expedición de la que retornó sólo uno de los audaces guerreros para informar a Moctezuma “no era boca grande de donde salía el humo, sino de una como reja de grandes hendiduras”.
Se sabe con mayor certeza que la llegada de los españoles, ya rumbo al corazón del imperio mexica,  coincidió una  erupción, como un presagio funesto de los tiempo marcados por radicales cambios culturales. De estos hechos abundan las crónicas  de soldados y sacerdotes; las más sobresalientes en todos los aspectos son las inapreciables Cartas de Relación de Hernán Cortés y la crónica notable Bernal Díaz de Castillo. El propio Cortés, en la Carta segunda enviada a su Sacra Majestad Carlos I de España y V de Alemania, fechada el 16 de julio de 1519, escribe:[...] a ocho leguas desta ciudad de Curultecatl - Cholula- se encuentran dos sierras muy altas y muy maravillosas.. y de la una que es la más alta, sale muchas veces, así de día como de noche, tan gran bulto de humo como una gran casa, sube encima de ella hasta las nubes, tan derecho como una vira; que según parece es tanta la fuerza con que sale, que aunque arriba de la sierra anda siempre muy recio viento, no lo puede torcer [...] quizá, desta  que me pareció algo maravillosa, saber el secreto y envié a diez de mis compañeros, tales cuales para semejante negocio eran necesarios, y con algunos naturales de la tierra que los guiasen, y les encomendé mucho que procurasen subir  la dicha sierra y saber el secreto de aquel humo, de dónde y cómo salía. Los cuales fueron y trabajaron en lo que fue posible por la subida [...] pero llegaron muy cerca de lo alto que estando arriba comenzó a salir aquel humo y dicen que salía con tal ímpetu y ruido que parecía que toda la sierra se venía abajo  y así se bajaron y trujeron mucha nieve y carámbanos, para que los viésemos, porque nos parecía cosa muy nueva en estas partes, a causa de estar en parte tan cálida, según hasta ágora ha sido opinión de los pilotos [...]
El primer ascenso español del que no cabe duda, data de 1522 y tuvo la finalidad militar de obtener azufre para fabricar pólvora; el azufre es un elemento indispensable para la fabricación de explosivo. La notable intuición de Cortés  y el hecho de haber sido testigo de la erupción de 1519 con emanaciones de ácido sulfhídrico, le dieron la clave para deducir que en el volcán había depósitos de azufre, tan necesario para sus fines. Si bien los habitantes del Valle de México de antaño extraían azufre de otras regiones, Cortés decidió que el volcán era el sitio adecuado para extraer el elemento no sólo por las puras razones de la fabricación de pólvora, sino también para demostrar que “los conquistadores” violaban los secretos del volcán sagrado y así ganar una posición estratégica y psicológica respecto a los habitantes nativos que veían  derrumbarse  su cosmovisión y forma de vida con desconcertante celeridad.
            Quizá con esta idea, Cortés eligió a un espabilado soldado de apellido Montaño y a su artillero Meza para que trajesen el necesario elemento. La riesgosa empresa tuvo, no obstante, éxito, e involuntariamente pasó a convertirse en una hazaña militar y de exploración audaz, pocas veces igualada. Este es uno de los capítulos de la conquista poco conocidos por los historiadores convencionales, los cuales suelen remitir al olvido  elementos notables de estrategia e intuición por parte de Cortés.
Montaño y Meza eligieron a otros tres soldados y se dirigieron al Popocatépetl, acompañados de la hostilidad y asombro de los nativos que veían caer uno de sus más sagrados símbolos, desfigurado por la presencia del “blanco conquistador”. Montaño y sus compañeros no sólo lograron ascender a la cima; también penetraron al cráter y cumplieron con el doble cometido: el azufre y la desmoralización de los nativos. La narración de Montaño hecha a  Cortés esta salpicada de dramáticos momentos vividos durante la empresa:
[...] llegada la noche apenas habíamos subido la cuarta parte y en aquella altura era tan grande el frío  que no se podía sufrir... acordamos de abrir la arena y hacer un hoyo donde todos cupiesen, pero luego subió tal calor y hedor... a las diez del día llegamos a lo alto del volcán y descubrimos que el suelo estaba ardiendo a manera de fuego natural, cosa muy espantosa de ver.
Tocó en suerte a Montaño ser el primero en descender al cráter, si bien no hasta la base, atado por debajo de los hombros por las guirnaldas  (cuerdas) que llevaban; logró logro sacar ocho arrobas  de azufre de entre las paredes. Los otros compañeros descendieron a su vez, excepto uno que había quedado exhausto en las laderas y posteriormente, al retornar con 27 arrobas producto del trabajo conjunto, fue hallado milagrosamente con vida y regresó a salvo.
Con posterioridad a esta notable hazaña, el turno fue de los frailes. Con el impulso evangelizador, trataron de descubrir los lugares de “culto pagano”, e incluyeron cavernas y los propios volcanes. Esta casi fanática búsqueda de lugares “demoniacos” para lograr la completa “conversión“ sin embargo, tuvo poco éxito, pese a ello, el primer gran etnohistoriador de América, fray Bernardino de Sahagún, asegura en breves líneas, haber subido al Popocatépetl, probablemente en el al mediar el  siglo XVI.
Casi simultáneamente al ascenso de Montaño en 1522, el Popocatépetl  reinicia intensa actividad con nubes de ceniza que cubrieron extensas zonas y afectaron regiones donde se asientan villas y pueblos de origen prehispánico, incluso Atlixco y el valle de Cuetlaxcoapan, futura región donde se fundaría la ciudad de Puebla (1531).
Nueva actividad en el volcán se manifiesta en 1548, con emanaciones de ceniza que llegaron a la entonces naciente ciudad de México y a Puebla, apenas un caserío bien distribuido habitado por sorprendidos indios y españoles.
En 1571, sismos y enormes nubes de ceniza alarmaron a las ciudades de Puebla y México, al igual que a las villas que rodeaban ambas metrópolis.
En el siguiente siglo las calamidades de las grandes epidemias e inundaciones en la ciudad de México y los pueblos aledaños,  crearon un entorno desconocido para los nativos, por la repentina desaparición de los habitantes, víctimas de enfermedades desconocidas en América.
Villas completas quedaron totalmente despobladas, y exigieron de los europeos  una respuesta que explicara las frecuentes epidemias, evidentemente esparcidas por ellos y favorecidas por las nuevas condiciones sociales, generadas por un entorno de cambios extremos. En 1667 el Popocatépetl causa alarma en toda la región por las grandes nubes de ceniza. Poco después, el Citlaltépetl  acompañará, en un escenario sorprendente, al volcán de Anáhuac durante 1687. El Popocatépetl no dejará de manifestar actividad en variadas formas. Para 1720, aún se observaban signos de ello, a través de fumarolas y caída de ceniza.
Al pasar los años, no se observó más actividad en el volcán, y sólo los asombrados viajeros dejaron escrito en sus crónicas y diarios, la majestuosa presencia  de los volcanes mexicanos al cruzar por el paso entre la Cuenca de México y el valle de Puebla.
El siglo de las luces había pasado casi inadvertido en tierras americanas producto de la ceguera y el temor hispano a las fecundas ideas que se gestaban en Europa; se había cerrado todo intercambio posible y sólo de contrabando y en escasas ocasiones libros e ideas llegaban a la Nueva España. Sin embargo el impacto del nacimiento de las ideas científicas  y el racionalismo habían invadido Europa. Así llega a México uno de los más ilustres representantes de las nuevas ideas basadas en el afán de medir, observar, anotar y conocer las maravillas que por siglos habían sido celosamente guardadas por los reyes españoles y consecuentemente por los virreyes de las colonias. Salvo esporádicas visitas de astrónomos franceses como Chappé de Auteroche -muerto en Baja California- y naturalistas españoles representados por la ilustre figura del médico Francisco Hernández y el mexicano –luz de la inteligencia novohispana- Carlos de Sigüenza  y Góngora, al igual que sor Juana Inés de la Cruz en las letras del siglo XVII, poco se había hecho en los enormes territorios americanos, época  gris donde la grandeza de los pueblos Mesoamericanos se había replegado como una sombra, y la cultura europea traída a América, se encontraba atada a la huella medieval, sello de las primeras instituciones hispanas en el continente.
Sólo la justa fama del naturalista alemán Alexander von Humboldt, logró romper la barrera ideológica que imponía la corona española a los visitantes extranjeros; más aun si trataban de intercambiar ideas o llevarse los celosamente guardados secretos de la increíble riqueza del continente.
El notable Alexander von Humboldt y su compañero y dibujante Aimée Bonpland, con permiso real, arribaron a América y durante cinco años realizaron innumerables anotaciones, dibujos, mapas, medidas y estimularon de manera impresionante las ideas que nebulosamente esbozaban la futura independencia de los pueblos americanos.
Al final del viaje Humboldt y Bonpland por América, midieron el Popocatépetl desde la planicie de Tetimpa cerca del pueblo de San Nicolás de los Ranchos y les tocó en suerte presenciar la erupción en 1804,  una erupción probablemente menor, acompañada de fumarolas y un poco de ceniza volcánica. Para realizar las mediciones trigonométricas correctas, probablemente ascendieron Humboldt y Bonpland por el sur del Popocatépetl hasta las inmediaciones del Pico del Faile, denominado por la silueta, que a la distancia, semeja un fraile en actitud de orar. Humboldt anotó: “Desde San Nicolás he calculado la longitud del malpaís (se refiere la depósito lávico que forma una meseta de unos 50 m de grosor) desde cerca de la roca del Fraile y del límite de las nieves perpetuas”.   El mismo Humboldt añade: “Yo mismo he sido testigo ocular de una erupción de cenizas perfectamente manifiesta, al pie del Popocatépetl, el señor Bonpland y yo vimos salir una gran masa de cenizas y unos vapores muy densos de la boca. El 24 de enero de 1804, cuando ocurrió, nos hallábamos en el llano de Tetimpa, cerca de San Nicolás de los Ranchos” 
 En 1827,  se produjo otra erupción del volcán que generó una serie de pequeños sismos, emanaciones de ceniza y quizá alguna onda de choque expansiva que causó destrozos en las Ciudades de Puebla, Atlixco y caída de ceniza volcánica en la ciudad de México.
Larga sería la enumeración detallada de las erupciones del Popocatépetl  que, empero, quedaron registradas en periódicos, crónicas y relatos de viajeros. Baste mencionar la actividad de 1852, la de 1919 a 1927, la de 1942 y 1947 con algunas fumarolas visibles desde la ciudad de Puebla; y la reciente actividad de diciembre de 1994 en la cual se produjo un rompimiento de la base del cráter y una considerable emisión de ceniza, producto de la energía liberada en forma de gas y vapor. La actividad manifestada por fumarolas y fases explosivas que lanzan grandes cantidades de ceniza a la atmósfera. Esta actividad ha exigido la puesta en marcha de programas de educación continúa ya que el Popocatépetl ha mostrado fases en el pasado  de gran explosividad  que podrían poner en riesgo a grandes núcleos de población.

sábado, 21 de enero de 2012

"La Doble Historia: el Volcán y el Hombre"

Actualización del blog a través de la publicación del ensayo "la Doble Historia: el volcán y el hombre" un ensayo que contiene elementos de la fascinante historia geológica y social del Popocatépetl.  El ensayo puede reproducirse libremente con los créditos respectivos.
Les deseamos una feliz y agradable lectura.

viernes, 13 de enero de 2012

NOAA 16. Estación Kosmos Puebla XE1TAF

Desde ayer se ha observado actividad continua en el volcán. A las 14:20 TC (tiempo del centro) Una fumarola tenue se extendía por el oriente del cono a unos 70 km. esta actividad es similar a la de diciembre de 2000.  Fumarolas continuas arrastradas por el viento, intensa actividad térmica desembocaron en fases explosivas con expulsión de ceniza y fragmentos. Ahora tenemos un escenario similar con el agregado que el cráter está casi lleno de residuos de anteriores fases explosivas. Se espera que en los siguientes días la actividad persista con fumarolas continuas y finalmente, una fase explosiva con fragmentos incandescentes fuera del cráter con potencial de incendios en los pastizales e incluso el bosque alto como ocurrió en marzo y abril de 1995 y 1996.
Hoy con la rpimera luz se observó una columna vertical de avpor de agua y gas de unos 650 m que es generada por la desgacificación del magma en ascenso. Si no hay sistema de Aviso temprano y preparación de los albergues en caso de contingencia, habrá improvización peligrosa.


Imágenes RGB AVHRR infrarrojo. No obstante la nubosidad, se aprecia claramente la intensa huella térmica (punto rojo al centro de las imágenes)

jueves, 12 de enero de 2012

NOAA 16. Estación Kosmos Puebla XE1TAF

Importante actividad en el cráter del Popocatépetl. Al amanecer era notoria una fumarola pequeña pero de gran densidad que bajaba por la ladera oriental del cono. la densidad y la velocidad de descenso indica que la fumarola estaba integrada principalmente de gas y vapor de agua. Cuando un volcán presenta estas manifestaciones, se deben a procesos de ascenso magmático, al perder presión se desprenden de la solución de magma y alcanzan la atmósfera, poco después llega un pequeño flujo lávico que forma el domo o tapón. El proceso continuará hasta lacanzar una fase explosiva. En los alrededores se reporta luminosidad nocturna debido a la presencia de lava en el interior del cráter. Es urgente establecer un sistema de Aviso temprano a las comunidades.

1.-RGB infrarrojo con huellas de aviones debido a la presencia de humedad y baja temperatura en la atmósfera media.
2.-Imagen del Popo. El satélite tuvo una altitud de 85° resdpecto al horizonte. No hay deformación en la imagen. Se aprecia una intensa huella térmica.
Ambas imágenes Infrarrojo RGB.


visiten:
www.satelitespuebla.blogspot.com

Preguntas y comentarios:
doktorcerebro@gmail.com